Hoy quería hablarles de un tema que surgió de una charla con una amiga, esas charlas que comienzan con un tema y terminan en otro distinto. Bueno, esa charla termino en las veces que esperamos ese príncipe azul.
Las mujeres de niñas soñamos con cuentos de hadas y que nuestro príncipe vendrá a rescatarnos de nuestra trágica vida, si porque las mujeres somos dramáticas de pequeñas.
Entonces, llega el en su caballo blanco, nos levanta en brazos y nos lleva con él a su castillo. Porque todos los cuentos terminan con final feliz.
Cuando somos adolescentes por más que no leemos cuentos, el cuento lo hacemos nosotras en nuestra cabeza y cualquier galán de segunda nos derrite con una frase de amor y ya nos hacemos la novela, pensamos que se nos va a declarar como en las novelas de rodilla, como romeo y julieta, nos imaginamos que él es nuestro príncipe que nos va a cuidar, a proteger, a llevar a ese cuento de fantasía donde todo es felicidad, pero resulta que nuestro romeo es tan adolescente como nosotros y no tiene la mínima intención de ser nuestro protector, ni de estar todo el día con nosotros en la felicidad de la fantasía, sus momentos prefiere pasarlos con sus amigos y jugando a la pelota, nosotras somos en su vida un estorbo y cuando notan nuestra capacidad de poseción que demostramos pegándonos como koala a su cuello todo el día, terminan con nuestra fantasía rompiendo en pedacitos nuestro castillo de cristal.
Cuando somos grandes olvidamos nuestros cuentos y fantasía, ya no buscamos el príncipe azul, nos conformamos con un hombre de carne y hueso, que nos comprenda y nos escuche, pero nos damos cuenta que hasta eso es difícil de encontrar, entonces en las ofertas de rebaja buscamos el que tenga menos defectos, lo miramos con cariño tratando de minimizar sus defectos, creyendo que con el tiempo lo vamos a cambiar.
Y justo ahí, cuando ya estamos por comprar el sapo, aparece él con una mirada comprensiva, que nos penetra en el corazón, pero desconfiamos, porque tantas veces nos equivocamos que tenemos un escudo protector. El se acerca de a poco, y va destrozando con su sinceridad, cariño y mirada transparente el escudo, solo una palabra basta para que nuestras fantasía y cuentos de hadas vuelvan a llenar nuestra mente y ahí amigos es donde caemos rendidas a sus pies. Y aunque no tenga caballo blanco, ni castillo, ni corona, sabemos que es él, nuestro propio príncipe azul. El que nos rescata de todos los problemas, que aunque no son los de los cuentos, para nosotros son importantes, como cuando nos pierde la canilla, el calefactor no nos enciende, cuando se nos cerró la puerta y nos quedamos afuera cuando salimos a sacar la basura, cuando nos quedamos en el medio de la ruta sin un mango para un remis como en la foto o cuando se enferma nuestro cachorro y nos desesperamos paralizándonos sin reacción, si son tonterías, pero el nos rescata de los problemas más comunes y nos apoya en los momentos más difíciles, cuando sentimos que no queda nadie al rededor para ayudarnos, sentimos su mano aferrando la nuestra, solo para decirnos con un gesto que él esta ahí.
Y si él siempre está ahí, para nosotras, nuestro hermoso príncipe azul.
buenisimo ... me encantó
ResponderEliminarsiempre llega ese NO principe y NO azul... yo lo tengo, y a veces no lo quiero, pero sólo pensar estar sin él, me muero.
ResponderEliminar¿quien diablos nos entiende?
saludos Sara =) excelente tus artículos.
Gracias Jocelyn, me gusta que comenten los artículos porque me dice que estan ahí, y puedo seguir sabiendo que hay gente que me lee, besos, seguí comentando, sara
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