


Me acostaba, me levantaba, toma algo calentito, aumentaba la dosis de la pastilla, leía esperando que hagan efecto y así una serie de actividades tan aburridas con el fin de dormir, hecho que nunca ocurrió.
Entonces, me acosté e invoqué a Morfeo, para que batiendo velozmente sus alas viniera en mi ayuda y me induciera el sueño.
Le pedí que me acostara sobre un prado de flores, donde me envuelva el cantar de los pajaros y el dulce ruido de su aletear, donde el aire este impregnado de aroma a pasto húmedo y flores de azahar, donde cerca pase un río y poder oír su corriente sobre las rocas golpear, que cuando el sol este cayendo sobre el prado, el cielo se tiña de rojo y la tarde llegué a su fin, yo me pueda dormir.
Si esto no sucediera, yo le rogué, me lleve en la noche bajo un árbol muy frondoso, donde apenas se divise la luna, para cubrirme del rocío y que no tenga frío, que me acueste en un colchón de hojas secas, que me deje sentír el silencio y que la paz, la tranquilidad y paciencia me envuelvan, que me deje observar como suben en el cielo, la luna y las estrellas y cuando lleguen a lo alto del cenit si aún estoy despierta, que me devuelva a mi cama, para cubrirme con los brazos de mi pareja, como último intento para no estar despierta.
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