Hoy voy a bailar hasta que la música me quite esta tristeza y soledad, me dijo una vez Fernanda, por ese entonces se había separado de su marido y era la primera vez que se animaba a salir desde que estaba sola.
La música invitaba a danzar en la pista y ella sonreía como cuando eramos adolescentes, su matrimonio fue algo malo desde el principio él viudo, había transformado su casa en el altar de su mujer, cada habitación tenía una foto de ella, pero Fernanda no lo quiso ver, vivió con el recuerdo de la muerta como una espina clavada en el medio de los dos, era un hombre violento y las discusiones terminaban en golpes, nunca tuvieron hijos, no sé si no podía o si mi amiga no quería agregar un ser más a ese mundo tenebroso al que había entrado.
Cada vez que intentaba dejarlo, él la buscaba armado amenazándola para que volviera, le llevaba regalos y prometía no volver a golpearla, nada pudieron hacer los padres de mi amiga para que lo abandonara.
Pero quiso el destino que él se enamorara de una joven, su debilidad por la juventud lo perdía y esta adolescente liberó a mi amiga del yugo de su marido. Se separaron y no volvió a buscarla.
Esa noche que salimos, ella se divertía y bailaba con nosotras alejando la penas y la agonía, pensé que estaba bien, pero cuando salimos me dijo, la música me alegró, pero lo triste es que todo el tiempo pensaba que estaba bailando con mi amor.
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