Dicen que la vida hay que disfrutarla de a momentos, cada simple instante de felicidad hay que exprimirla para cuando los días se ponen tristes, ayer tuve uno de esos momentos mágicos, algo que es tan simple como una cena familiar, una charla entre comida de las vivencias del día se transforman en un momento especial.
Los relatos del mayor contando con lujo de detalles el acto que presencio en la escuela sobre San Martín, los aportes del menor sobre los juegos a caballo simulando los granaderos para el acto del viernes, los juegos con pinturas, esos momentos en una mesa sin televisión solo charla amena.
Yo atesoro esos recuerdos en mi caga mágica donde se unen a otros, una tarde leyendo un libro bajo el sol de la siesta mientras un coro de cachilitos me sirven de música de fondo, un tarde de juegos con mis hijos en la plaza, una siesta pintando bajo el sol que entra por mi ventana escuchando música y con aroma a violetas saliendo de mi hornito, un instante con mi plantas en el jardín todo eso y mucho más guardo en el cofre de los recuerdos son los instantes de placer y felicidad que desentierro cuando los días son grises y la tristeza lucha por salir.
Esa cadenas de sucesos de pequeños momentos y otros que vivo con mi amor son los que te animan a seguir cuando las fuerzas flaquean y nos cuesta dar el paso para salir.
Hoy me aferro a ellos, y aunque el día este nublado y el silencio cubra mi casa, en mi mente se mezclan, los ruidos de los cachilos, las risas de mis hijos, los aromas a violetas y los besos de mi amor, todos unidos en la olla de mi corazón transformándose en el arco iris del que emerge mi alma plenamente feliz.
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