Hola amigos, hace unas semanas estuve internada, de un malestar que nadie sabía determinar, pero como suele pasarme ultimamente, voy a la guardia por unas lineas de fiebre o por un dolor estomacal y terminan internándome y haciéndome un lista interminable de estudios.
La cuestión que me pase tres días internada, con suero y antibióticos, ahí comienza mi calvario porque como soy de venas difíciles como dicen los enfermeros se la pasan escarbándome el brazo hasta que dicen esta es buena y me clavan la aguja, llena de cintas adhesivas para que no se mueva, pero cada vez que me muevo o voy al baño la vía como dicen ellos se llena de sangre y ahí sacate, otra vez a buscar otra vena, digan que no tengo fobia a las agujas sino no se como hubiesen realizado semejante trabajo, solo basta mencionar que en los tres días que estuve allí me pincharon once veces, saquen ustedes la cuenta de como sufrieron mis brazos y manos porque me cambiaban de brazo cada tanto.
Después, vinieron los estudios, que placas, que ecografía, que extracción de sangre que encima por error me sacaron dos veces porque perdieron mi primera extracción como si no estuviera demasiado pinchada ya.
Pero lo que más me llamó la atención del sanatorio fue el silencio y las rutinas, una hora exacta para desayunar, otra para el resto de las comidas, horribles a mi entender, que parece que te enferman de lo único que tenés sano, tu estomago. Después, el cambio de turno de enfermeros que te toman la temperatura y presión cuando y se van y cuando llegan así que entre estas medidas pasa aproximadamente diez minutos, no se cuanto puede variar la medida en tan poco tiempo, pero así son las normas y hay que respetar las rutinas.
El silencio por otro lado es entristecedor, sin televisión, con una radio portátil que hacía interferencia, pase mis días leyendo libros y diarios, escuchando los pasos de los enfermeros, el carro de la comida, las puertas que se abren y cierran y los timbres que llaman al enfermero que en la noche sonaban más fuertes por la resonancia que hacían en el pasillo.
Así fue mi residencia en el sanatorio, del cual salí igual que como entré con un flemón dentario, llena de moretones por los pinchazos y con una caja de antibióticos para seguir tomando dos semanas más.
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