UNA NUEVA VIDA

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HOLA AMIGOS ESTE ES EL NUEVO BLOG AL QUE ME INVITARON A PARTICIPAR. SON CINCO MUJERES QUE ESCRIBEN PARA UNA REVISTA Y EN ESTE BLOG DEBATEN Y OPINAN SOBRE LAS NOTAS DE SUS COMPAÑERAS. CADA UNA TIENE UN PUNTO DE VISTA. LIHUE, MÍSTICA. LUCRECIA, SEXO. MILENA, MITOLOGÍA E HISTORIA. MARÍA, RELIGIÓN Y YO PARTICIPO COMO ANDREA UNA MUJER COMÚN. ESPERO LES GUSTE.SOLO DEBEN HACER CLIK EN EL NOMBRE. CINCO VOCES EN LA MESA.












martes, 29 de octubre de 2013

TRES MUJERES UNA PASIÓN - ETELVINA

Hola amigos, hoy les dejo la primer parte de un relato que intenta mostrar, tres mujeres, de distintas partes del mundo, con distintas profesiones y que solo tienen en común un sentimiento. Esto es una ficción, los personajes, los lugares y las costumbres narradas en ellas son simple creación mía, no tiene el fin de agredir ni criticar a nadie.

En un pueblo a orillas del Colastiné, donde la escasa población estaba formada por las  familias originales y sus descendientes, que  se fueron casando entre sí. Donde los nombres sobraban, todos tenían apodo y las calles se mencionaban de acuerdo al habitante más antiguo de la zona (por la calle de coca). En ese paraje tranquilo, donde los árboles entrelazaban sus ramas,  túnel oscuro poblado de pájaros, vivía doña Etelvina,  la "curandera".
Los años caían en su espalda como piedras y cada golpe le quitaba un aliento más de vida. Arrastraba sus pies por el piso de tierra, las paredes de adobe mantenían su rancho fresco en verano y caliente en invierno. En su escaso mobiliario no faltaba el altar a la virgencita, siempre con su jarrón de flores frescas.
Se levantaba cuando la luna se despedía saludando los primeros rayos de sol, alimentaba los animales, regaba las plantas y la huerta, para luego sentarse a tomar mates, esperando a la gente, bajo la parra, improvisada glorieta.
El oficio lo aprendió de su abuela, pesé a la oposición de su madre, que le auguraba una vida de pobreza y soledad.
Doña Isabel, sabía las propiedades de todas las plantas de la zona, preparaba con paciencia sus brebajes mientras charlaba con su nieta en un escaso dialecto costero, esta es para poder piyar, la rosada es para el  bobo, con estas hojas hace un té para la panza de los gurí, así los días fueron pasando y cuando apenas era una jovencita, con el don de Dios como decía su abuela, fue su turno de curar.
Nunca le dijeron bruja, la curandera es un ser de Dios, una profesión muy respetada y en esos lares  su palabra pesa más que la del médico.
Aún escuchaba la voz de la nona cuando confundida por los síntomas y pedidos, miraba los frascos de colores y los olía pensando en cual debía entregar.
Los designios de su madre se cumplieron, nunca tuvo familia, su trabajo le llevaba todo el tiempo y el estar disponible a cualquier hora era un impedimento para crear cualquier lazo de amor.
Pero hoy a sus setenta años revisaba su vida, mirando un colibrí bailando entre sus flores de burucuyá. No tuvo un hombre en su cama, ni hijos que criar, pero conocía a cada generación de su pueblo, los curó de la ojeadura cuando eran bebés, les sacó los parásitos cuando niños y cuando se cazaron les auguró amor eterno y  fertilidad, para luego curar a sus bebés.
No se arrepentía de nada, el amor a los demás era su vida, su motor era la pasión  que ponía en cada una de las sanaciones y algún día descansaría en los brazos del creador, con su misión cumplida.


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